Crowdfunding no significa sablazo. Os lo digo por el artículo de Julio Llamazares del pasado 2 de agosto publicado en la columna de opinión del diario El País. Y quiero dejárselo claro sobretodo a mis nuevos lectores.
Aunque sea un anglicismo la traducción de crowdfunding no es sablazo. Ni ninguna de sus variantes. Su traducción es financiación colectiva. Y, con el permiso de los redactores de El País, os voy a explicar por qué.
Ya sabéis que os lo voy a explicar con conocimiento de causa. Llevo dedicándome al crowdfunding desde el 2011 y he asesorado más de 140 campañas que han recaudado ya cerca de un millón de euros.
Antes de empezar quiero aclarar que no soy amante de los anglicismos en exceso. Yo salía a correr en el 1992 y sigo saliendo a correr ahora en 2016, no digo que hago running, vaya. Pero cuando estudié me especialicé en marketing y no en mercadotecnia o mercadología. Hablamos de crowdfunding porque el concepto nació en el mundo anglosajón en el año 1996. No lo hacemos para encubrir el término sablazo. Y ahora sí, vamos a explicar los motivos.
¿Decimos que Apple nos pide dinero para ‘colarnos’ un iPhone?
En el artículo se habla de un libro y una recaudación de fondos para evitar la desaparición de una ave. Bueno, entre nosotros, no es que sean ejemplos muy significativos de lo que es el crowdfunding. La primera categoría a nivel mundial es la de negocios y emprendeduría. Con una diferencia notable respecto a las otras, representa el 41% del volumen total de fondos recaudados a nivel mundial (fuente, Massolution).
Y si hablamos con conocimiento de causa sobre el crowdfunding deberíamos hablar también de Pebble, WaterDrop, Slowers, Köllen o Citysens. Y fijaos que 4 de estos 5 ejemplos son de creadores de nuestro país, campañas asesoradas por un servidor. Así que no, el mundo del crowdfunding no es sólo de creadores anglosajones.
Y bien, en ese contexto estaríamos hablando de productos. Y por supuesto de personas que libremente ejercen su opción de anticipar la compra de estos productos para que se puedan producir. Ese es un uso común del crowdfunding. Y cuidado que pasa lo mismo cuando un creador cultural quiere publicar un libro, ¿o es que los libros no son productos?
Pero centrémonos. Si hablamos de productos. ¿Por qué habría que pensar que ante un crowdfunding se produce un sablazo y si vamos a una tienda Apple no? ¿O es que nos obligan a comprarnos los productos en las tiendas? ¿No, verdad? Pues en el crowdfunding tampoco. La gente apoya si quiere apoyar, no por pena.
No es sólo ayuda, es creación colectiva
Aquí viene un argumento de peso. En el crowdfunding las personas que aportan tienen un papel activo. Tanto si la campaña fracasa como si tiene éxito depende en gran medida de lo que hagan los participantes. El crowdfunding es, en definitiva, una acción colectiva. Por eso su traducción es financiación colectiva, no sablazo. Los más de 68.929 mecenas de la campaña de Pebble querían un Pebble y colaboraron en su creación.
Y además esa creación colectiva puede ir mucho más allá de una campaña. Gracias a esos 68.929 mecenas la firma estadounidense ha financiado ya hasta 3 generaciones de sus relojes inteligentes. Y siempre con una recaudación mayor que la que obtuvieron en su primera campaña.
¡Caramba! ¡Qué capacidad de meter sablazos! ¿Verdad? Ah, ¿o es que quizás no son sablazos? Es posible que las personas estén participando en las campañas de forma voluntaria y muy motivados. ¿No creéis?
Si la gente no quiere que pase, no pasa
Vamos a ver, ¿alguien se cree que más de 68.000 personas pueden ser obligadas a aportar a una campaña? Y si nos vamos a campañas de nuestro país. ¿Nos creeremos que casi 700 personas aportaron a la campaña de los zuadernos (cuadernos para zurdos) por compasión? No, ¿verdad?
Pero tranquilos, que también podemos hablar de campañas solidarias. Ni siquiera en el caso de HomelessEntrepreneur, una campaña solidaria, la gente participa por pena. La gente quiso que el proyecto fuese una realidad sacando a Marcos (una persona sin techo) de la calle. Dándole la oportunidad de convertirse en el poeta que ahora es.
Así que aunque hablemos de salvar a las aves de la isla de Malta de su desaparición, la gente participa si le da la gana. Y os aseguro que es difícil motivar a las personas. Si no trabajas bien tu campaña y no trasladas bien por qué es importante que la gente participe, fracasas. Fracasas como lo hacen más del 60% de las campañas de crowdfunding a nivel mundial.
Hay fraude, pero es minoritario
No quiero seguir adelante sin hablar de las malas campañas de crowdfunding. Las hay, pero son minoritarias. Tengo una sección en mi blog para alertar de campañas fraudulentas como Skarp. Pero ¿sabéis qué? La campaña de esta máquina de afeitar con láser fue cancelada por la propia plataforma que la había alojado, Kickstarter.
Y aquí dejadme que rompa una lanza a favor de los profesionales que nos dedicamos al crowdfunding. ¿No os pensaréis que nos dedicamos a promover los sablazos, verdad? Estamos en una industria que generó más de 34 billones de dólares en el año 2015 a nivel mundial. ¿Cuántos sablazos hacen falta para generar esta cifra de recaudación? Ya os digo yo que hubieron pocos.
¿Y por qué sé que hubieron pocos? El motivo es que las plataformas filtran los proyectos y si ven algo sospechoso llegan a cancelarlos. Y por supuesto la gente tiene mucho que decir. Hay una inteligencia colectiva en cada campaña de crowdfunding. La gente juzga y denuncia campañas fraudulentas si se dan cuenta de malas prácticas.
Cuando hay éxito se reducen los costes para todos
Pero ¿por qué existe esa curiosa manía de hablar siempre de los fracasos del crowdfunding? Hay retrasos en la entrega de las recompensas e incluso campañas fraudulentas, ya lo hemos dicho, ¡pero también hay éxitos! Y además esos éxitos permiten que se reduzcan costes mejorando la eficiencia de nuestra economía. Vamos a verlo con el ejemplo de Necksound.
Esta campaña ha logrado motivar a más de 300 personas que han conseguido una recaudación superior a los 40.000 euros. Y estas personas son la muestra de que el invento es interesante para la gente. Parece que escuchar música mientras haces deporte sin usar auriculares es una necesidad de mercado.
Con el crowdfunding se reducen los costes de producir e invertir en inventos que no van a funcionar. Y por eso es importante tener presente que el papel de las personas en el crowdfunding es fundamental. Y eso es porque la gran mayoría de campañas con éxito no están enfocadas a generar compasión para que la gente aporte. Están enfocadas a motivarles, y motivarles es siempre un gran reto.
Da poder a las personas y eso no es malo, ¿verdad?
Leyendo el artículo que me ha motivado a escribir el que estáis leyendo uno podría llegar a pensar que el autor no desea que las personas se dejen ‘engañar’ por el crowdfunding. Pero ¿y si resulta que las personas tienen criterio?, ¿y si resulta que no son engañadas?, ¿y si ocurre que no aportan a las campañas por compasión o para sacarse de encima a los creadores?
Y es que eso es lo que ocurre incluso en los proyectos culturales. La cultura es la categoría madre del crowdfunding. Los primeros proyectos financiados en la historia del crowdfunding fueron culturales. Y eso es así porque las personas decidieron dar rienda suelta a la creatividad, permitir que la producción cultural no dependiese de las subvenciones.
Y eso está bien, ¿verdad? ¿O es que deberíamos dejarlo todo en manos de decisiones estatales? ¿Deberíamos decidir nosotros si un producto cultural debe o no salir adelante? Yo creo que sí como los más de 275 mecenas que participaron en la campaña para financiar el documental sobre Nando Dixkontrol.
Concluyendo, pasadme campañas para salvar a las aves
Si tenéis campañas para salvar aves, me las podéis pasar para que las comparta. No temáis, no pensaré que sois pesados y que me estáis obligando a ayudaros. Os ayudaré de buena gana porque vuestro proyecto merecerá todo el respecto y toda mi atención. Luego ya veré si soy mecenas o no, pero seguro que os compartiré la campaña en mis canales (podcast, blog o eventos) por poco que pueda.
¿Y sabéis por qué lo haré? Porque yo cuando recibo cada semana decenas de campañas a través de mis redes veo oportunidades. Veo ilusiones que quieren ser compartidas. Veo la posibilidad de crear algo nuevo con la colaboración de muchas personas. Y me hago responsable de ello, no espero que papá Estado lo solucione todo.
Imagen de portada por swirlingthoughts
Como siempre una gran aportación de Valentí a este fascinante mundo del crowdfunding. Poco a poco se van implantando nuevos modelos de comportamiento para sustituir a otros que han quedado obsoletos, aunque a mucha gente le cueste entenderlo, y sobre todo adaptarse. Un gran artículo y una fantástica labor, enhorabuena Valentí !
¡Muchas gracias Shavi! Es totalmente cierto lo que dices. El crowdfunding es una de las piezas de la economía colaborativa y representa una gran oportunidad para todos. Si sabemos comprenderla y acogerla correctamente. ¡A por ello!
El artículo de Julio Llamazares al que haces referencia es simplemente fruto de un gran desconocimiento del Crowdfunding, y de ganas de crear un poco de controversia y titulares sensacionalistas… Felicidades por tu réplica.
Totalmente de acuerdo contigo, Joan. Gracias por tu comentario. Al final lo que hay que evitar es culpabilizar a la herramienta por no saber usarla o no conocerla.
Apreciado Valentí:
Leí el artículo en El País e inmediatamente pensé en pasártelo para tu previsible (y justificada) indignación. Pero has de tener en cuenta que el autor de dicho artículo no sabe de lo que escribe. Y tiene opiniones (final del artículo) del estilo que es “el Estado, el responsable de poner los medios para que cualquiera con capacidad pueda desarrollar sus ideas”… ese es el nivel.
Dicho esto, como bien dices, la inmensa minoría de los partícipes en los proyectos de crowfunding no son “sableados”, al contrario, voluntaria y entusiasmadamente se apuntar a participar. Esa es la gran mayoría.
Puede existir una minoría de impulsores de proyectos que, al observar que sus proyectos no evolucionan como esperaban (en ocasiones, por no haber contado con un buen asesoramiento al respecto), empiezan a insistir demasiado en su red de contactos con el propósito de “sablearles” (si le aceptamos pulpo como animal de compañía). Pero me atrevería a decir que el 99% de los “backers” no conocen (amistad/parentesco) a los impulsores, por lo que, ¡oh sorpresa!, nos encontramos una vez más un artículo en prensa que hace de la mínima excepción la regla general. #NoPermitasQueLaRealidadTeEstropeeEscribirLoQueTeDéLaGana
¡Totalmente de acuerdo, Daniel! Aunque te aseguro que no me he indignado por el artículo. Al contrario, he considerado que se abría una nueva oportunidad para aclarar cómo funciona el crowdfunding en realidad. Los mecenas (backers, presumidores o precompradores) de una campaña no tienen por qué ser familiares o amigos. Simplemente como bien dices suelen ser personas a las que les interesa lo que ofreces en tu campaña. Por supuesto si te equivocas de enfoque y comunicas tu campaña a personas que no son público objetivo, entonces la gente puede cansarse de tu comunicación.