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Bienvenidos y bienvenidas a Lanza tu proyecto, el podcast donde aprendemos todo lo necesario para lanzar nuestros proyectos. Desde herramientas de marketing a diferentes estrategias de negocio.
En este episodio hablamos de historias oscuras de emprender, viendo cómo, en muchas ocasiones, se oculta una parte oscura de las historias emprendedoras. Ya sea la parte en la que hay emprendedores que dejan la salud y el dinero en proyectos que no funcionan, como la parte en la que quienes triunfan lo hacen con actos poco éticos o aprovechándose de ciertas ventajas que no todo el mundo tiene. La idea de este episodio es enfocar el discurso de forma positiva, dejando claro que yo mismo soy emprendedor y que se puede emprender y tener éxito sin pisar a otros. Pero que, a la vez, no podemos negar ciertas realidades oscuras del mundo emprendedor.. Empezamos.
Emprender es una palabra que, en la última década, se ha rodeado de un aura casi mágica. Parece que, si tienes una buena idea, trabajas duro y crees en ti mismo, el éxito está garantizado. Sin embargo, detrás de los discursos inspiradores y de las historias de éxito que llenan titulares, también existen historias oscuras de emprender que rara vez se cuentan en voz alta.
Este episodio nace con un objetivo: Dar luz a esa otra cara del emprendimiento que suele quedar oculta. No para desanimar a nadie, sino para mostrar una visión más completa y realista. Porque sí, se puede emprender con éxito y sin pisar a nadie, pero es importante ser conscientes de las dificultades y riesgos que también forman parte del camino. Por eso vamos ya mismo con estas historias oscuras de emprender.
El discurso simplista del éxito emprendedor
Empecemos por una realidad clara que provoca que existan estas historias oscuras de emprender. El ecosistema emprendedor está lleno de frases hechas: “trabaja mientras otros duermen”, “quien arriesga gana”, “si quieres, puedes”. Estas sentencias inspiran, pero también pueden generar una presión poco realista. Son frases vacías cuando no se complementan con la realidad de emprender.
En la práctica, el éxito de un proyecto no depende únicamente de cuántas horas trabajes o de lo temprano que te levantes. Factores como el acceso a capital, la red de contactos, el entorno socioeconómico e incluso la suerte tienen un peso enorme en los resultados. Ay, la suerte, ¿por qué narices nunca se habla de ella? Bueno, miento, sí se habla, con las manidas y falsas frase de “construye tu propia suerte” o “que la suerte te pille trabajando”. Que no, que también hay azar explicando parte del éxito de cualquier persona, narices.
La consecuencia de este discurso simplista es que, cuando un proyecto fracasa, el emprendedor suele cargar con toda la culpa, como si el fallo fuera únicamente personal y no estructural. Y esto, lejos de motivar, puede hundir. Ahí es cuando salen a la luz frases como “es que no vales para emprender” o “ya te dije que era complicado”. Pero, de nuevo, estas frases ocultan gran parte del problema cuando un proyecto fracasa.
La narrativa que nos apresa
Emprender se ha convertido en una narrativa cultural: titulares que celebran “un fundador que lo dejó todo y triunfó”, gurús que venden fórmulas de éxito y feeds llenos de fotos de oficinas bonitas y cifras de rondas millonarias.
Pero detrás de cada titular hay una realidad mucho más compleja, y precisamente de esa otra cara quiero hablar aquí: de las historias oscuras de emprender, de las decisiones que duelen, de los costes personales y de las trampas éticas que a veces se ocultan entre los aplausos.
No estoy hablando de todo esto para desanimar; lo hago, como emprendedor que soy, para poner luz sobre aquello que no suele contarse, para aprender y para proponer formas de emprender con menos daño y más sentido.
El discurso dominante sobre el emprendimiento simplifica en exceso una realidad llena de variables. Las narrativas más difundidas tienden a presentar el éxito como una ecuación de esfuerzo: madrugar, sobrevivir con pocas horas de sueño, sacrificar lo personal por lo profesional y repetir el mantra de “si tú quieres, puedes”.
Ese relato inspira a mucha gente, pero a la vez borra del mapa factores decisivos que escapan al control individual, como el acceso a redes de inversión, el capital familiar, la pertenencia a determinadas élites profesionales y la pura suerte. Además, esas historias suelen ser editadas: cuando un fundador cuenta su trayectoria con tonalidades heroicas, a menudo omite los fracasos, las ayudas externas, los favores recibidos y las zonas grises éticas que le ayudaron a sobrevivir o a crecer.
Periodistas y analistas han apuntado que, en muchos relatos, lo que se vende como mérito puro es una mezcla de trabajo, privilegios y convenientemente seleccionadas anécdotas de éxito. Esa selección de “ganadores” frente a una masa de proyectos que no salen en portada genera un sesgo de supervivencia que nos hace sobrevalorar lo reproducible del éxito y subestimar la probabilidad real del fracaso.
El coste personal de darlo todo por un proyecto
Uno de los lados más oscuros de emprender es el precio que muchas personas pagan en términos de salud, relaciones y estabilidad financiera. Es común escuchar historias de emprendedores que pierden amistades, pareja o contacto con su familia por estar 100% volcados en su negocio.
Por otra parte, la ansiedad, la depresión y el agotamiento extremo no son excepciones en el mundo emprendedor. El fracaso de una startup puede dejar secuelas psicológicas profundas.
Y no olvidemos tampoco las deudas, no todos los proyectos pueden recibir inversión ni son rentables a corto plazo. Muchos emprendedores terminan con créditos personales o hipotecando bienes para mantener a flote sus ideas.
Se habla poco de esto porque no vende titulares, pero estas son realidades cotidianas que forman parte de las historias oscuras de emprender.
Cuando alguien decide “apostarlo todo” por un proyecto, el coste personal puede ser altísimo y no siempre visible hasta que es demasiado tarde. Hay relatos de emprendedores que, tras años volcados en una idea, atraviesan rupturas de pareja, distanciamientos con sus hijos o una pérdida de la red de apoyo que antes les sostenía.
La presión continua para mostrar que todo va bien, combinarla con la gestión de la incertidumbre financiera y la exposición pública, crea un caldo de cultivo para la ansiedad, la depresión y el agotamiento crónico.
Investigaciones académicas y reportajes en medios han señalado que los fundadores presentan tasas más altas de problemas de salud mental —con cifras que hablan de porcentajes significativamente superiores a la media poblacional en condiciones como depresión, adicciones o trastornos del ánimo— y también hay testimonios directos de emprendedores que relatan años de tratamiento psiquiátrico o dependencia de medicamentos tras el fracaso de un proyecto.
Es una realidad que no se suaviza simplemente con mensajes de “resistencia”: la evidencia indica que el emprendimiento puede intensificar vulnerabilidades previas y convertir el desgaste emocional en algo incapacitante si no se atiende.
El coste económico de las historias oscuras de emprender
La precariedad económica es otra cara tangible de esas historias oscuras de emprender. Emprender no es gratis: hay personas que hipotecan bienes, firman préstamos personales o venden activos para sostener una idea que, a veces, no encuentra mercado. Cuando el proyecto fracasa, el golpe financiero puede ser demoledor y prolongarse durante años, afectando la seguridad vital y la capacidad de recuperarse.
Y aunque los relatos de “salir adelante” existen, también es verdad que muchos fracasos no tienen final feliz inmediato: las deudas, el estigma social y la pérdida de redes de apoyo son consecuencias que raramente aparecen en los posts celebratorios. Esta realidad económica también explica por qué algunas decisiones empresariales se toman desde la presión y la necesidad, y no siempre desde la visión ética que el fundador quisiera mantener.
El lado oscuro de emprender pisando a otros
Más allá del sacrificio personal, existe un costado oscuro de emprender que tiene que ver con cómo se llega al éxito: prácticas que dañan a terceros, atajos éticos y abusos de poder que son, tristemente, parte del ecosistema en muchas ocasiones. Hay ejemplos extremos de empresas que obtuvieron financiación y visibilidad mediante falsas promesas o métricas infladas, y cuyos fundadores fueron descubiertos posteriormente por fraude.
El caso de Theranos y su fundadora es uno de los ejemplos más contundentes: la investigación periodística que desenmascaró afirmaciones técnicas no verificadas y prácticas engañosas puso sobre la mesa cómo la combinación de carisma, una junta directiva prestigiosa y un relato poderoso puede ocultar graves riesgos reales para pacientes e inversores. Ese episodio se convirtió en lección pública sobre la necesidad de escrutinio, transparencia y rigor en afirmaciones científicas y de negocio.
Por tanto, no todas las sombras del emprendimiento tienen que ver con el sacrificio personal. También existen quienes logran éxito a costa de los demás.
- Engaño a socios o inversores: en ocasiones se exageran métricas o se manipulan resultados para obtener capital.
- Explotación laboral: startups que promueven ambientes de trabajo “cool” pero en realidad exigen jornadas abusivas y salarios bajos.
- Competencia desleal: prácticas poco éticas para eliminar rivales del mercado, aprovechando información privilegiada o generando dependencia en los clientes.
Estos comportamientos, aunque reales, no representan a todo el ecosistema emprendedor. Pero son parte de esas historias oscuras de emprender que conviene conocer para no idealizar el camino.
El capital no es accesible de igual forma para todos
Por supuesto, para evitar estas historias oscuras de emprender, lo primero debería ser cultivar una cultura corporativa y del liderazgo que sea sana. Para evitar casos como los de empresas que prometieron “ambientes de trabajo creativos y flexibles” acabaron normalizando jornadas extenuantes, retribuciones bajas o relaciones laborales tóxicas.
Historias como la de WeWork muestran cómo un crecimiento alimentado por capital abundante y una narrativa de “visión” puede acabar en una gestión negligente, conflictos entre socios, decisiones de gobernanza pobres y una factura económica y reputacional enorme cuando las cuentas no cuadran. Estos casos muestran que el relato de “visión transformadora” no exime de controles, de límites y de responsabilidad hacia empleados y clientes.
¿Por qué existen estas historias oscuras de emprender con tanta frecuencia? Parte de la respuesta está en los incentivos: en un ecosistema que premia escalar rápido y mostrar tracción, las métricas brillan más que la sostenibilidad. Los fondos, a veces, buscan riesgos grandes porque los retornos solo vienen de apuestas excepcionales, lo que genera presión para inflar historias o acelerarlas más allá de lo prudente.
Además, el acceso a capital no es uniforme: quienes pertenecen a determinadas redes o grupos sociales encuentran puertas abiertas que otros no, y esa desigualdad estructural condiciona quién puede permitirse probar y fallar sin caer en la ruina. Investigaciones sobre capital de riesgo y redes muestran cómo la posición en una red y el capital social que se posee influyen de manera decisiva en la posibilidad de obtener financiación, independientemente de la “calidad” de la idea en abstracto.
Esa realidad estructural alimenta el mito del mérito puro y, al mismo tiempo, deja fuera a proyectos valiosos por razones ajenas a su potencial real.
¿Es posible emprender sin caer en la oscuridad?
Ante ese panorama, resulta esencial preguntarnos cómo podemos emprender de forma ambiciosa sin repetir patrones dañinos. La primera respuesta es reconocer que la ética y la sostenibilidad no son costuras estéticas del negocio: son elementos centrales de su viabilidad a medio y largo plazo.
La transparencia con socios e inversores, la claridad en las métricas que se comunican y el cuidado por las personas que forman parte del proyecto (empleados, colaboradores y clientes) reducen el riesgo de convertir una startup en una fuente de daño. La gobernanza —definir roles claros, controles financieros básicos y mecanismos para recibir feedback honesto— no es una burocracia inútil: es la red de seguridad que evita que decisiones impulsivas o carismáticas generen consecuencias graves.
En la práctica, hay ejemplos tanto de empresas que han aprendido estas lecciones como de quienes las han ignorado y han pagado el precio.
En segundo lugar, cuidar la salud mental —propia y del equipo— debe ser una prioridad explícita, no un tema a “tocar cuando estalle la crisis”. Documentación y estudios sobre salud emprendedora apuntan a que la vulnerabilidad psicológica es frecuente y que los fundadores se benefician de políticas sencillas: disponer de tiempo para desconectar, separar la identidad personal del negocio, buscar apoyo profesional cuando haga falta y construir redes de pares con las que compartir dudas sin postureo.
A nivel práctico, existen programas, plataformas y recursos (desde terapia tradicional hasta aplicaciones de salud mental) que pueden integrarse en la cultura de una compañía, y cada vez hay más evidencia de que invertir en salud mental tiene retorno directo en la toma de decisiones y la sostenibilidad del proyecto.
Conclusión
Quiero cerrar con honestidad y con una nota de esperanza. Las historias oscuras de emprender existen y son reales: nos recuerdan que emprender puede exigir mucho y, a veces, cobrar un precio demasiado alto. Pero también existen historias de emprendimiento que rompen con ese patrón: proyectos que priorizan la equidad, que recompensan la transparencia y que protegen a las personas que los hacen posibles.
Esas historias no siempre se viralizan, pero construyen ecosistemas más justos y resilientes. Si estás pensando en lanzar tu proyecto, no ignores las sombras: infórmate, pide consejo, diseña estructuras que eviten los atajos y cuida tu salud y la de los tuyos. Emprender con ambición es compatible con emprender con humanidad; reconocer las historias oscuras no es un freno, es una brújula para no repetir errores ajenos.
Y así llegamos al final del episodio. Pero antes de acabar me interesa saber lo que vosotros opináis de todo esto. Os animo a participar comentando el episodio del podcast o dejándome unas líneas en cualquier red social de las que uso habitualmente, que son todas, así que no tenéis excusa.
Como os acabo de decir y siempre os digo, os leo en los comentarios de YouTube y en los mensajes que me enviéis a través del formulario de mi web. Y, por supuesto, recordad que en vanacco.com (con v y dos c) encontraréis cursos y la mejor información fresca para lanzar vuestros proyectos. Nos vemos el próximo lunes a las 11:11 horas.
Saludos y ¡felices lanzamientos!
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